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No me toquéis los codos ni los hombros,
no quiero diferencia ni soledad ajena,
quiero ser, en mi espacio, solo y otro.
Quiero ser otro y solo,
el solo y otro que quisiérais vuestro,
del que os lloráis acaso y os reís sin duda,
del que os calláis sin duda y del que acaso habláis.

No, yo no quiero ser de otra manera,
de la manera que todos somos otro,
no quiero la desidia inmensa
de haber sido, ¡qué fraude!, parecido,
¡parecido!,
con horas de placer y de comida,
de salida, de juego, de dormida,
de otro amor, además del grande,
de reconocimiento, de saludo jeneral.

Al raro y solo que yo sólo quiero ser le basta
su pena de ser otro y de estar solo,
su pena sola y otra
de irse solo y otro de la noche
a la música, al mar,
de irse solo y otro al amor grande:
a la obra, al desnudo, y a la muerte.