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La gran excusa de nuestra mediocridad:

deseas a la mujer del vecino, la de las tetas grandes,

la billetera de tu jefe, gruesa y dura,

las ilusiones de los enemigos que ves todos los días,

y los odios de los amigos que nunca ves,

pero al final todos acabamos en la mierda.

Ójala y nuestra polla o coño fuera más grande que nuestro ego,

que aunque sea equiparable no es igual,

así podríamos presumir de bicefalia y tal vez

lograr el equilibro

que siempre se nos derrama por el mismo lado.

Muchos me dicen que es más fácil escribir un diario,

pero ah,

este afán por llenarlo todo de mierda,

si buscáis belleza no os miréis al espejo.