Siempre es conmovedor el ocaso por indigente o charro que sea, pero más conmovedor todavía es aquel brillo desesperado y final que herrumbra la llanura cuando el sol último se ha hundido.
Nos duele sostener esa luz tirante y distinta, esa alucinación que impone al espacio el unánime miedo de la sombra y que cesa de golpe cuando notamos su falsía, como cesan los sueños cuando sabemos que soñamos.

A un gato

No son más silenciosos los espejos ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente, tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido, el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño de un ámbito cerrado como un sueño.