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El tiempo y el espacio están íntimamente unidos y, en el tedio, el horror vacui temporal se convierte también en un horror loci, espacial, en el que el vacío del lugar me causa tormento. Del mismo modo que en el tedio situacional uno desea que el presente se esfume, también deseamos esfumarnos del lugar en que nos hallamos. Y, así como el tiempo literalmente hace implosión en el tedio existencial hacia una especie de presente eterno y opaco, también cuanto nos rodea se torna sin fuerza, y la capacidad de diferenciar entre lo próximo y lo lejano fracasa.

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Llega un momento en el que uno deja de leer poesía. Un momento que bien podría ser tu 23 cumpleaños. Un momento que si merece la pena es por necedades, por París pero no por ella, por la soledad no por los que estaban cerca.

Llega un momento en el que Pont Neuf está igual de cerca que cualquier otra cosa.

Llega el momento de volver a leer poesía. El momento que bien podría ser tu 23 cumpleaños, o no. Un momento no merece la pena más que por el momento.

Llega un momento en el que Pont Neuf está igual de cerca que tú. Y tú igual de cerca que todos.